La influencia de la adaptación cinematográfica
¡Holi! Aquí Aurora al habla.
Estamos en el mes de diciembre y eso quiere decir que, por lo menos en España, es el mes en el que reponen en absolutamente todas las cadenas de televisión las películas de nuestro tan querido Harry Potter.
Es curioso porque yo llevaba mucho tiempo sin leer los libros y desde que llegaron a mis manos las ediciones ilustradas de la saga, me propuse leer un libro en diciembre. Y obviamente empecé por el principio, por lo que el pasado año leí “Harry Potter y la piedra filosofal”.
Creo que estas ediciones son maravillosas y tienen unas ilustraciones preciosas y llenas de detalles, por lo que leer de nuevo los libros ha sido para mí todo un descubrimiento (y más teniendo en cuenta que he leído la saga al completo una vez y algunos de los libros que más me han gustado los he leído varias veces).
Y aquí es donde llega el punto principal del que quiero hablar, porque precisamente siempre he dicho que “Harry Potter y la cámara secreta” (libro que he leído este mes), era la peli que más odiaba de Harry Potter (quizás porque se le da mucho protagonismo al personaje de Ginny, que nunca me gustó; quizás porque el personaje de Hermione se diluye por completo en la película y apenas aparece…). Sin embargo, he de decir que esta relectura del segundo libro de la saga ha sido para mí todo un descubrimiento. Pensé que iba a pasar por mi cabeza siendo un libro indiferente, pero me he dado cuenta de que lo he disfrutado muchísimo.
Nos encontramos de nuevo con el Harry Potter de los libros, bastante más espabilado que el de las películas, donde Ron tiene unos comentarios tremendamente graciosos y ocurrentes, podemos descubrir un poquito más a la familia Malfoy (que sabéis que a mí, personalmente, me parece una de las familias más interesantes del universo creado por J.K. Rowling) y aparece Dobby, uno de los personajes que dan voz a las clases más desfavorecidas de la saga. Además, tenemos una Ginny que no tiene claro qué está haciendo y sobre la que se van dando pistas constantemente en el libro; y cómo no, el gran olvidado de las películas: Percy Weasley, el eterno perfecto prefecto, que para aquel que no haya leído los libros, de repente en las películas se cambia de bando y nadie entiende por qué (cuando en realidad en los libros se van dando pinceladas a lo largo de los años).
Es curioso cómo suena en mi cabeza esta lectura, porque tengo tan interiorizadas las voces de los actores de doblaje que podría decir que prácticamente estoy escuchando al fallecido Claudio Rodríguez cuando Dumbledore hace alguna de sus apariciones estelares (porque no podemos negar que este señor desaparece cuando todo está a punto de explotar, y además lo hace sin el mínimo miramiento, esperando que otros solucionen lo que él no puede por unas cosas u otras).
No podemos olvidar que lógicamente la saga cinematográfica es una adaptación de la saga literaria, y entiendo que había que recortar por algún sitio, pero también considero que había pequeños detalles que se podrían haber añadido y no habría causado revuelo alguno.
Y además me ha resultado tremendamente curioso que muchas de las escenas tienen los diálogos prácticamente calcados y ya no me las imagino de otra manera que como suceden en la gran pantalla.
Con esta relectura de “Harry Potter y la cámara secreta” puedo decir sin equivocarme que he reconectado con este libro y con los personajes, y que hasta le he vuelto a coger cariño a Harry, no nos vamos a engañar. Seguiré diciendo que para mí esta segunda entrega de las peores películas de la saga, a pesar de la escena final del basilisco (que es prácticamente lo único que se salva para mí y que me parece absolutamente maravillosa).
Con esto me despido, con una de las frases míticas de Ron Weasley en la adaptación cinematográfica: “¿Por qué arañas? ¿Por qué no podemos seguir mariposas?”
Y recordad…
¡Travesura Realizada!
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